domingo, 23 de junio de 2013

Reflexiones escritas durante la soledad a la espera de retirarme del trabajo para regresar a mi refugio.



Es extraño, tengo la sensación constante de la espera, años sintiendo que algo va a llegar, me pregunto si esta sensación será producida por la necesidad ya que a veces vemos lo que queremos ver, también me pregunto si habrá alguien que como yo se sienta constantemente en medio de un largo y solitario camino cubierto de neblina.

     Quizás los destiempos sean los responsables, quizás el romanticismo, el ausentismo real, las ensoñaciones hayan sido los que han dado vida a un sin fin de personajes y situaciones, quizás esta espera constante es la única esperanza de que la fantasía se torne realidad.

     Un adulto que pierde la capacidad de soñar como niño es un adulto que se extravía del camino del sentido de la vida, si muere el niño interior ya no es capaz de experimentar la vida a través del descubrimiento, sino que adquiere la capacidad de transitar como un ser gris por grises pasadizos de una vida también gris.

    Tenemos la necesidad constante de buscar cosas que nos pongan los ojos vidriosos, es la inspiración, la contemplación lo que nos sensibiliza y en esa sensibilidad recordamos que aún tenemos alma, así... buscamos algo que nos haga sentir vivos y nos remueva dentro. Como seres nos sentimos a menudo como una piedra pome, cada situación en nuestra vida nos va volviendo ásperos como una piedra, nos mantenemos firmes para obtener seguridad en todo plano pero nos olvidamos de sentir, es como si no hubiese tiempo para eso, es lamentable, a menudo me he descubierto superada emocionalmente por un problema y he decidido bloquear el triste evento porque tengo la certeza y la claridad de que no puedo entregarme a la pena ya que debo seguir funcionando, produciendo, "manufacturando" cuidados y siguiendo patrones de responsabilidad familiares, laborales y sociales... así nos postergamos, así colocamos el deber ante el propio ser, con este nivel de renunciación además de volvernos hacia afuera, hacia lo exterior perdemos la capacidad de conectarnos con nosotros mismos y de sentir, de experimentar la vida desde adentro, con la sensibilidad a flor de piel y soñando como niños. Es por este motivo que cuando vemos un bebé recién nacido, escuchamos una hermosa voz, contemplamos una rosa, observamos las estrellas sentimos en algún momento deseo de llorar, es el anhelo de vida que fluye a través de nosotros, es el momento de reconexión con nosotros mismos, con lo que hemos tapado, con la sensibilidad que dejamos de lado en el momento de que debíamos funcionar eficientemente en un mundo programado que está lleno de problemas, desafíos, responsabilidades y frustraciones... todas esas instancias que nos permitan reconectarnos con nosotros y experimentar algo que nos toque son oportunidades valiosas para recuperarnos y abrir los ojos del niño que llevamos dentro nuevamente... que olvidemos algo no significa que esté muerto, que no observemos flores en el invierno no significa que no existan, significa que están esperando su momento para florecer, tal como el niño que llevamos dentro está esperando el momento para despertar y tal como la tierra se prepara para el amanecer.

20.06.2013


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